Recopilado de Don Alfredo Tolín.
2ª Etapa de su vida.
De los veinticinco años hasta su muerte. En un mundo pobre y
convulso, su fundación y su misión.
Su situación durante la guerra civil, con la
vida a la intemperie, en ese mundo muy convulso, (sale del convento
al mundo y ¡¡qué mundo!!) que ella padece, en su experiencia
interior, como una prueba a su fidelidad de consagrada a Jesús, la llevan a
otra segunda etapa en su vida, marcada por la fundación y la misión, llegando
hasta la más alta contemplación.
Los avatares de la guerra van a
ser múltiples:
-- En
primerísimo lugar se trata de vivir o, mejor, sobrevivir, en un permanente riesgo físico de muerte.
Vive en plena zona republicana y en medio de los bombardeos que se producen
sobre Madrid.
--
Pero esta dureza de la vida exterior no crea especial sufrimiento a María Luisa
Zancajo. Es más fuerte
para ella todo lo que afecta a la fe y a la vida de fe. Ahí es donde
reside básicamente la prueba. Se hace difícil vivir manteniéndose fiel a la fe
en un ambiente hostil y mantener la fe sin comunidad, sin alimentarla y sin
celebrarla, expuesto siempre a ser descubierto, con el riesgo de ser asesinado
por eso mismo. Era realmente una durísima prueba. “Entre
1936 y 1939 la Iglesia
española fue, en gran parte del país, la Iglesia de las catacumbas”. Maria Luisa nunca
había vivido así. Dice que vivía con “inquietud
y zozobra”. “Muchas cosas turbaban mi
corazón”. Pasó “grandes penas y
persecuciones”, “grandes
contrariedades”. A su alrededor percibía “una vida de locura y desatino”; “no estaba en mi centro”. “Aquella vida no era para mí”.
-- La hiere y la pone a prueba el sufrimiento moral: los
insultos, calumnias y blasfemias contra la Iglesia, la religión y Jesús que tendrá que oír y
presenciar y que ambientan el reducido mundo en el que tiene que moverse.
-- La hiere y mucho el sufrimiento ajeno, el de los perseguidos
y martirizados.
-- Pasados los
primeros momentos de la persecución se produce “un gran fervor religioso”, una gran
“vitalidad religiosa”, “una extraordinaria floración religiosa”, que se
concretan en servicios religiosos clandestinos abundantes y de gran difusión.
María Luisa Zancajo, acostumbrada a percibir y
calibrar la vida desde la experiencia de fe, hace también un análisis breve y
sencillo de estos tiempos vividos durante la guerra civil. Llega a una
conclusión fundamental: la prueba ha sido superada gracias a la Misericordia divina. “¡Cuántas
gracias tengo que dar a mi Jesús por la misericordia que ha usado conmigo!”.
Recuerda cómo: “Sobre esto eran continuamente mis meditaciones y siempre
encontraba materia suficiente. En ellas mezclaba, su Misericordia amándome, su
Misericordia sufriéndome, su Misericordia enseñándome, su Misericordia
consolándome, su Misericordia librándome”. “¡Oh Misericordia de mi Dios, cuán
grande eres! ¿Qué hubiera sido de mí si ella me hubiera abandonado? Así, puedo
decir que soy la misma hoy, después de haber pasado cuatro años en el mundo,
que cuando estaba interna saboreando en toda su madurez los exquisitos gustos
de la virtud”. María Luisa Zancajo se sitúa como contemplativa en el lugar
de la historia, no en el de la naturaleza. Es en esta historia personal y
colectiva donde encuentra su lugar, su kairós, su oportunidad permanente de
encontrarse con Dios y experimentar vivamente este encuentro. Todo ello ha
impulsado una transformación. Es un kairós que da origen a una nueva vida.
Continua...