Pide a Jesús ser “átomo de su sangre” y
experimenta el “desposorio espiritual” en un domingo de resurrección. A partir
de ahí, se siente interiormente situada en un nuevo estado, como llama de amor
viva, con raptos y arrobamientos, llegando al estado de unión transformante o
de matrimonio espiritual, que ella experimenta
en su conciencia como “una nueva y definitiva forma de amar”.
Muere al haber conseguido “tener perfecta la
virtud de la mansedumbre”
La cantidad y frecuencia de fenómenos místicos
extraordinarios exteriores dificultó la comprensión de su vida interior, siendo
sus escritos, y los de su director espiritual, todos ellos desconocidos hasta
hora, los que nos han dado el conocimiento verdadero y las claves para la recta
comprensión de la experiencia espiritual mística de Maria Luisa Zancajo.
La ejemplar y acrisolada humildad, junto con
la sencillez y la alegría, y su lucha hasta conseguir la virtud de la
mansedumbre, en medio de una vida personal y comunitaria muy dura, ponen en
evidencia su elevada calidad espiritual.