Cuarta parte continuación de "Algo sobre la Madre"

Seguimos: "Algo sobre Madre María Luisa"

Es en este año 1929 cuando se decide su vocación religiosa concreta. María Luisa estaba en el Asilo haciendo realmente una vida de monja. Su vocación estaba claramente definida en este sentido. Conocía en detalle, y le atraía grandemente, la vida de las religiosas con las que convivía, las Mercedarias. Por su relación discipular con Santa Teresita, la vida de las Carmelitas era muy querida por María Luisa. El 26 de Junio de este año de 1929, en el momento de acción de gracias de la Misa, ella siente la llamada interior de Jesús, y acepta con alegría el compromiso: ni mercedaria ni carmelita, sino seguir a la espera.

Pero su vocación religiosa tiene que expresarse en el compromiso radical que implica. Para ella, la forma concreta de expresar y vivir todo esto es una consagración total a Jesús. El 26 de septiembre de 1929, se consagra y pone por escrito su consagración a Jesús.

El Jesús de los Evangelios y de la Eucaristía, a quien ella se consagra, es un Jesús que se entrega totalmente como amor misericordioso. La cruz es el lugar donde todo esto se expresa. El crucificado es el Jesús real. María Luisa va a descubrir a ese Jesús real, el que es adorable y a la vez com-pasible, el amado sufriente. El 26 de octubre de 1929, tiene una visión imaginaria de Jesús crucificado que la deja fuertemente impresionada. “Nunca había visto a mi Jesús de esta forma”, escribirá unos años después. Su consagración se concreta en una vida “consagrada a ser víctima”, marcando la clave fundamental de su vida espiritual: ser “víctima de amor”.

En los últimos meses de 1929, empieza, de manera especial y en concreto, a trabajar en la adquisición de las virtudes. Este compromiso vital de la práctica de las virtudes, lo mantiene de forma intensiva y preferente de 1930 a 1936.

Hasta aquí, pues, el camino de la experiencia de Dios de María Luisa Zancajo desde su nacimiento hasta sus veinticuatro años.

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