Algo sobre la Madre María Luisa
ultima entrega
Escrito por el Padre Alfredo

Es necesario hablar brevemente del papel de Monseñor Tabera en relación con la Madre Maria Luisa. Por decirlo rápidamente, fue en todo momento de cercanía y de acogida, hacia la persona y hacia la congregación. Sin prejuicios. No dejándose llevar por decisiones ajenas. Ateniéndose siempre a los hechos y realidades que detectaba personalmente o por referencias expresas y directas de sacerdotes. Y, a la vez, exigente y firme en sus orientaciones. Conociendo a la Madre no considero extraordinaria ni heroica, sino totalmente normal, su total obediencia a las indicaciones de su Obispo. No se hizo lo más mínimo sin consultarle y en todo se cumplieron sus indicaciones. Ha habido varias entrevistas entre la Madre y el Sr. Obispo, en 1952 y durante el año 1953. Al salir de una de las primeras entrevistas, la verdad es que no habían conseguido nada en concreto, pero la Madre estaba llena de alegría y repetía a la Madre Mª Jesús, que le acompañaba: - me ha atendido como un padre. Este comportamiento acogedor y paternal de Mons. Tabera se expresó en diversas circunstancias y en actos concretos. Un ejemplo importante. Es el Sr. Obispo el que hace un encuentro especial con ella. Fue el Viernes Santo de 1953.

En este año y en este tiempo, está viviendo con una familia amiga, y además conocida de Mons. Tabera, en una finca denominada Finca del Rico en Albatana. Su proximidad a Hellín y la lejanía de toda población, convertía a este lugar en el más idóneo para la Madre, durante este tiempo. La visitan el P. Roberto y el P. Manuel. Estos aprovechan para acercarse a Albacete y hablar con el Sr. Obispo sobre la Obra y la Madre y le invitan a visitarla en la finca, con la máxima discreción y secreto. El Sr. Obispo acepta la invitación y promete acercarse el viernes santo después de los oficios de la Catedral. Asiste, pues, a la estigmatización de la Madre y después se queda para hablar con ella a solas.

A finales de 1953, la salud física de la Madre se ha venido deteriorando mucho.
En Enero de 1954 cae gravemente enferma. Esta enfermedad física, dolorosa, es un componente más, aunque el menos doloroso para ella, de la situación en que está viviendo durante este primer mes de 1954. Califica su situación de “desamparo”. Son varios los sumandos que dan como resultado esta situación. En primer lugar, una cierta oscuridad espiritual. A esto se añade su reclusión y casi completa soledad. Hay que sumar el alejamiento, que ella siente mucho más en esta circunstancia, por parte del P. Manuel, que ha decidido irse a América. Y como otro componente más, hay que añadir que, durante este tiempo, se encuentra en Madrid, sin los auxilios espirituales normales. Su oración es angustiosa. “Sola empiezo el año, como lo he terminado... y sumida mi alma en las dudas más amargas. ¡Oh Jesús! Te ofrezco este desamparo en que me veo sumida. Mi enfermedad se agrava, mis dolores aumentan, y sólo temo por el estado en que se halla mi alma. No te pido, ¡oh Jesús! vuelvas a mí, pero sí que me lleves a Ti”.
Una vez más, es fuerte en ella el deseo de una muerte inmediata. Las ganas de hacer el vuelo definitivo. “Jesús mío. ¡Qué ansias tengo de llegar a la mansión de la verdad!. ¡Cuánto ansío ver tu Divino Rostro! Contemplarte según lo llevo dibujado en mi alma. Deseo amarte. Vivir en todo y por todo para Ti. Rompe con la muerte mi vida, ya que ella sola me priva de poseerte a Ti”.
Empieza a presentir la proximidad efectiva de su muerte.

A propuesta de la Madre y con el visto bueno del P. Manuel, en Madrid, el 27 de Mayo, en solemne reunión de la comunidad de religiosas, se proclama Madre General de la Congregación a la Madre Mª Jesús. Con diversos gestos concretos de humildad, Madre Maria Luisa se sitúa en el último lugar de las hermanas en todos los actos de comunidad.
El día 29, se puso mala, y fue empeorando rápidamente, hasta entrar, muy pronto, en coma profundo.
Madre Maria Luisa había leído y meditado con mucha frecuencia el Cantar de los Cantares. Una vez escribió:

“Desaparecieron las durezas del invierno y los hielos.
Ha sonreído ya la primavera.
Ven Jesús.
Descansa en el huertecillo de mi alma, que Tú cultivaste.
¡Ven!
Deja oír tu dulce voz en mis oídos.
¡Déjame ver tu rostro!”.

Moría el 5 de Junio. El entierro fue el día 6 a las seis y cuarto de la tarde. Iba en una sencilla caja blanca, como se entierra a una niña y encima su capa negra.