En el Evangelio del domingo 25, trata de, el hombre rico y Lázaro el mendigo. Jesús nos regala esta parábola para que reflexionemos y no perdamos la oportunidad de compartir, de ser generosos con los demás. Él mismo se dió completamente, hasta la última gota de su sangre por amor a la Humanidad. El cambio de ella depende de cada uno de nosotros. Si cada quien da un poquito de amor, ese amor se extenderá.

Oremos para que seamos valientes, y demos un poquito más de nuestra vida a los demás, en medio de lo que estemos haciendo, en el trabajo, casa o compartiendo con amistades.
Sigamos el ejemplo de Madre María Luisa que no le importó su condición física, para muchos débil, pero que por su gran generosidad logró lo que muchos no pueden. Dios se gloría en nuestra debilidad. ¡CONFIEMOS!.